Mi pasión por la gastronomía griega comenzó durante unas vacaciones en las islas del Egeo, donde quedé cautivado por los aromas y sabores del auténtico souvlaki. Este plato emblemático, con su carne tierna y jugosa perfectamente marinada, evoca inmediatamente recuerdos de tardes soleadas junto al mar Mediterráneo.
Lo que hace tan especial al souvlaki es su aparente sencillez que esconde una explosión de sabores. A diferencia de otras preparaciones más complejas, este plato demuestra cómo ingredientes básicos como aceite de oliva, limón y orégano pueden transformar completamente un simple trozo de pollo. En mi hogar, se ha convertido en una tradición de los domingos, transportándonos momentáneamente a las encantadoras tabernas de Atenas o Santorini.
Para conseguir el mejor resultado, respeta el tiempo de marinado recomendado. Si marinas el pollo por menos de una hora, no absorberá suficiente sabor, pero si excedes las cuatro horas, el ácido comenzará a descomponer demasiado la textura de la carne.
Aunque la pechuga de pollo es la proteína tradicional para el souvlaki de pollo, también puedes preparar esta receta con muslos de pollo deshuesados y sin piel, que resultan incluso más jugosos y toleran mejor tiempos de cocción más largos.
No sobrecargues las brochetas; deja un pequeño espacio entre cada trozo de pollo para garantizar una cocción uniforme y un dorado perfecto por todos los lados. Asimismo, asegúrate de que los trozos tengan un tamaño similar para que se cocinen de manera homogénea.
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