Los domingos en casa de mi abuela italiana siempre comenzaban con el mismo ritual: el aroma de costillas braseándose lentamente llenaba toda la casa desde temprano en la mañana. Aunque ella preparaba su ragú tradicional con pasta, yo he adaptado esta receta familiar para crear algo igualmente reconfortante pero con un toque americano clásico.
Este ragú de costilla de res se ha convertido en la estrella de mis reuniones familiares. Cada vez que lo preparo, revivo esos domingos especiales donde la cocina lenta y el amor se combinaban para crear momentos inolvidables. La paciencia que requiere este plato es parte de su magia: no se puede apurar el amor.
Precalienta el horno a 175°C y seca completamente las costillas con toallas de papel. Sazona generosamente con sal y pimienta por todos los lados, permitiendo que la carne llegue a temperatura ambiente durante 20 minutos antes de cocinar.
Calienta el aceite vegetal en una olla holandesa grande a fuego medio-alto. Sella las costillas en tandas pequeñas, evitando sobrecargar la olla. Cada pieza debe dorarse uniformemente por todos los lados, desarrollando una corteza caramelizada que aportará sabor profundo al ragú final.
Reduce el fuego a medio y añade la mirepoix clásica (zanahorias, apio y cebolla). Cocina durante aproximadamente 10 minutos hasta que las verduras se ablanden y desarrollen un color dorado ligero. Esta base aromática es fundamental para el sabor complejo del ragú.
Incorpora el ajo picado y cocina 2 minutos adicionales hasta que se vuelva fragante. Posteriormente, añade la pasta de tomate y mezcla hasta cubrir todas las verduras. Cocina durante 3-4 minutos para desarrollar el sabor umami de la pasta de tomate.
Espolvorea la harina sobre las verduras y revuelve constantemente durante 2 minutos para cocinar la harina cruda. Este paso ayudará a espesar naturalmente el ragú durante la cocción prolongada.
Vierte el vino tinto y aumenta el fuego hasta lograr un hervor suave. Utiliza una espátula de madera para raspar vigorosamente el fondo de la olla, liberando todos los bits caramelizados que aportan sabor intenso. Deja reducir el vino durante 5 minutos.
Añade los tomates San Marzano junto con todo su jugo, aplastándolos suavemente con las manos mientras los incorporas. Vierte las 2 tazas de agua y mezcla bien todos los componentes.
Devuelve las costillas selladas a la olla, asegurándote de que estén completamente cubiertas por el líquido. Si es necesario, añade más agua tibia. Incorpora las ramitas de perejil enteras, sin necesidad de picarlas.
Lleva la mezcla a un hervor fuerte en la estufa, luego cubre herméticamente la olla y transfiérela al horno precalentado. El braseado lento a temperatura controlada permitirá que las fibras de la carne se descompongan gradualmente.
Cocina durante 2.5 a 3 horas, comenzando a verificar la ternura después de 2 horas. La carne estará lista cuando se deshaga fácilmente con un tenedor y prácticamente se separe sola.
Una vez que la carne esté perfectamente tierna, retira la olla del horno y extrae cuidadosamente las costillas. Cuela el líquido de cocción a través de un colador de malla fina hacia una olla limpia, presionando los sólidos para extraer todo el líquido posible antes de desecharlos.
Lleva la salsa colada a hervor suave a fuego medio-alto. Durante los siguientes 30-45 minutos, permite que la salsa se reduzca y espese naturalmente. Retira periódicamente la grasa que suba a la superficie con una cuchara para obtener una salsa más limpia.
Mientras tanto, deshebra las costillas cocidas, desechando cualquier exceso de grasa. Una vez que la salsa haya alcanzado la consistencia deseada, reincorpora la carne deshebrada y mezcla suavemente.
Lleva una olla grande de agua salada a ebullición. Añade las papas cortadas y cocina hasta que estén completamente tiernas al pincharlas con un tenedor. El tiempo variará según el tamaño de los trozos, pero generalmente toma 15-20 minutos.
Escurre completamente las papas y devuélvelas a la olla caliente. Este paso permite que se evapore cualquier humedad residual. Añade la mantequilla y machaca vigorosamente hasta obtener una textura suave.
Incorpora gradualmente la crema agria y el queso parmesano, mezclando hasta lograr una consistencia cremosa y homogénea. Sazona con sal y pimienta al gusto, ajustando según tus preferencias personales.
Selección de carne: Elige costillas con buen marmoleo de grasa. La grasa intramuscular es esencial para obtener carne tierna y jugosa después del braseado prolongado. Evita cortes demasiado magros que se secarán.
Importancia del sellado: No omitas el paso de sellar la carne por todos los lados. Esta caramelización inicial es fundamental para desarrollar las capas de sabor que caracterizan un ragú excepcional.
Paciencia con la reducción: Permite que la salsa se reduzca naturalmente sin prisa. Una reducción apresurada puede resultar en sabores concentrados demasiado intensos o textura incorrecta.
Control de temperatura: Mantén el horno a temperatura constante. Fluctuaciones pueden afectar el tiempo de cocción y la textura final de la carne.