Recuerdo vívidamente la primera vez que probé pollo florentino auténtico en un pequeño restaurante familiar en Florencia. La combinación de pollo perfectamente dorado bañado en una salsa cremosa de espinacas me transportó directamente al corazón de la Toscana. Desde entonces, esta receta se convirtió en mi carta de presentación cuando quiero impresionar a los invitados.
La magia de este plato radica en su simplicidad elegante. No necesitas ingredientes exóticos ni técnicas complicadas, solo paciencia y amor por los sabores auténticos. Cada vez que preparo este pollo florentino, mi cocina se llena de aromas que evocan las trattorias italianas más acogedoras.
Comienza colocando papel film sobre cada pechuga de pollo. Utiliza un mazo para carne y golpea suavemente hasta lograr un grosor uniforme de aproximadamente 1.5 cm. Este paso es crucial para garantizar una cocción pareja y evitar que el pollo quede seco.
Posteriormente, seca muy bien cada pechuga con toallas de papel. La humedad es enemiga del dorado perfecto, por lo que este paso no debe omitirse. Deja reposar las pechugas a temperatura ambiente durante 10 minutos antes de cocinar.
En un plato hondo, combina la harina, sal, pimienta, condimento italiano, queso parmesano y ajo en polvo. Mezcla todos los ingredientes hasta obtener una combinación homogénea y aromática.
Luego, cubre cada pechuga de pollo con la mezcla de harina, presionando ligeramente para que se adhiera bien. Sacude el exceso de harina y coloca las pechugas empanizadas en un plato limpio.
Calienta el aceite de oliva y la mantequilla en una sartén grande a fuego medio-alto. Espera hasta que la mantequilla deje de hacer espuma, indicando que está lista para cocinar.
Añade las pechugas de pollo y cubre la sartén inmediatamente. Este detalle es fundamental para crear vapor que ayudará a cocinar el pollo uniformemente. Cocina durante 4-5 minutos por cada lado hasta lograr un dorado perfecto.
Si es necesario, cocina el pollo en dos tandas para evitar sobrepoblar la sartén. Una vez cocido, retira el pollo y manténlo caliente en un plato cubierto con papel aluminio.
Apaga el fuego y añade el vino blanco con cuidado, ya que puede salpicar. Enciende nuevamente a fuego medio y utiliza una espátula de silicona para raspar todos los bits dorados del fondo de la sartén. Estos residuos son puro sabor concentrado.
Deja que el vino se reduzca a la mitad, aproximadamente 6-7 minutos. Durante el último minuto, incorpora el ajo picado y cocina hasta que se vuelva fragante pero sin que se dore demasiado.
Para evitar que la crema se corte, caliéntala en el microondas durante 40 segundos antes de añadirla. Incorpora la crema tibia gradualmente, batiendo constantemente para crear una emulsión suave.
Lleva la mezcla a un hervor suave, luego reduce el fuego al mínimo. La paciencia es clave en este punto; una cocción demasiado agresiva puede separar la salsa.
Incorpora el queso crema suavizado batiendo vigorosamente hasta obtener una salsa completamente lisa. Si quedan grumos, puedes usar una batidora de inmersión brevemente.
Finalmente, añade las espinacas frescas y revuelve hasta que se marchiten completamente. Las espinacas tiernas se cocinarán en segundos, así que no las sobrecocines para mantener su color vibrante.
Temperatura del pollo: Siempre verifica que el pollo alcance una temperatura interna de 74°C usando un termómetro de cocina. Esto garantiza seguridad alimentaria sin sacrificar jugosidad.
Calidad del vino: Utiliza un vino blanco que también beberías. Los vinos de cocina económicos pueden aportar sabores desagradables que se concentran durante la reducción.
Espinacas frescas vs. congeladas: Las espinacas frescas son preferibles para esta receta. Si usas espinacas congeladas, descongélalas completamente y exprímelas muy bien para eliminar toda el agua antes de añadir.
Consistencia de la salsa: Si la salsa queda demasiado espesa, añade caldo de pollo tibio cucharada por cucharada. Si está muy líquida, cocina unos minutos más a fuego bajo sin tapar.