La primera vez que probé el pollo caprese fue durante un cálido verano en casa de mi abuela materna. Aunque no era italiana de nacimiento, siempre tuvo una fascinación por la cocina mediterránea. Sin embargo, fue hasta mi viaje a la Toscana cuando realmente entendí la magia de combinar tomates jugosos, mozzarella cremosa y albahaca fresca sobre un pollo perfectamente horneado. Desde entonces, esta receta se ha convertido en una tradición familiar para las cenas de domingo, transportándonos con cada bocado a las colinas italianas sin necesidad de pasaporte.
El secreto para conseguir pechugas jugosas reside en no sobrecocinarlas. Utiliza siempre un termómetro de cocina para verificar que la temperatura interna ha alcanzado los 74°C, punto en el cual el pollo está perfectamente cocinado pero mantiene su jugosidad.