La primera vez que preparé este plato, fue para una reunión familiar improvisada. Necesitaba algo sencillo pero que impresionara a todos. Cuando serví este cremoso pollo con queso derretido y trocitos de tocino crujiente, el silencio repentino en la mesa fue la mejor recompensa. Luego, entre bocado y bocado, mi cuñado exclamó: “¡Este pollo es completamente adictivo!” De ahí nació el apodo en nuestra familia.

Desde entonces, esta receta se ha convertido en mi salvavidas para esas tardes ocupadas en que necesito una cena reconfortante sin estar pendiente de la cocina. La combinación del pollo tierno desmenuzado con la cremosidad del queso y el toque salado del tocino crea una sinfonía de sabores que resulta prácticamente imposible de resistir.