La primera vez que probé los Moules-Frites fue durante un viaje a Bruselas, sentada en una terraza cercana a la Grand Place. Aunque originalmente belga, este plato se ha convertido en un clásico de las bistros parisinas que adoro visitar cada vez que tengo la oportunidad. El contraste entre los mejillones suculentos en su caldo aromático de vino blanco y el crujido satisfactorio de las papas fritas doradas crea una experiencia gastronómica que transporta directamente a las calles empedradas de Europa.
Este plato emblemático combina lo mejor del mar y la tierra en una presentación visualmente impresionante que, sorprendentemente, resulta bastante sencilla de preparar en casa. La buena noticia es que no necesitas reservar un vuelo a París o Bruselas para disfrutar de esta delicia. Con unos ingredientes frescos y apenas 30 minutos, puedes recrear la magia de una auténtica bistro francesa en tu propia cocina.
La frescura de los mejillones es absolutamente crucial para este plato. Deben estar vivos hasta el momento de la cocción, así que comprarlos el mismo día que planeas cocinarlos es ideal. Los mejillones frescos deben tener un aroma a mar limpio, conchas cerradas o que se cierren al tocarlas, y sentirse pesados para su tamaño.
Para las papas fritas, las variedades con alto contenido de almidón como Russet o Yukon Gold son las mejores opciones. Si prefieres hacer tus propias papas fritas en casa, córtalas en bastones finos, remójalas en agua fría durante 30 minutos, sécalas bien y fríelas dos veces: primero a 160°C por 5 minutos, y luego a 190°C hasta que estén doradas y crujientes.
Este plato es perfecto tanto para ocasiones especiales como para una cena cotidiana sorprendente. La combinación del caldo aromático con los mejillones jugosos y las papas crujientes crea una experiencia gastronómica memorable que te transportará directamente a las calles de París o Bruselas.