Mi primer encuentro con los auténticos gyros fue durante un viaje a las islas griegas hace algunos años. Recuerdo vívidamente aquel pequeño restaurante familiar frente al mar en Santorini, donde el aroma de las especias y la carne a la parrilla impregnaba el aire salado. La combinación del pollo jugoso con el refrescante tzatziki creó una experiencia gastronómica que nunca olvidaré.
Al regresar a casa, me propuse recrear esa magia culinaria en mi propia cocina. Después de numerosos intentos y ajustes, desarrollé esta receta que captura la esencia de aquellos sabores mediterráneos. Lo que hace única a mi versión es la adición de queso feta al tradicional tzatziki, aportando una cremosidad y profundidad de sabor que complementa perfectamente la carne marinada. Cada vez que preparo estos gyros, revivo aquellos momentos especiales bajo el sol griego.
Durante mis años experimentando con recetas mediterráneas, he descubierto algunos secretos que marcan la diferencia en la preparación de estos gyros. El primero y más importante es no escatimar en el tiempo de marinado; aunque 30 minutos son suficientes, dejar la carne marinando durante toda la noche transforma completamente su sabor y jugosidad.
Otro aspecto fundamental radica en la preparación del tzatziki. Eliminar adecuadamente el exceso de agua del pepino previene que la salsa quede aguada. Mi técnica consiste en rallar el pepino, salarlo ligeramente y después presionarlo entre dos capas de papel absorbente antes de incorporarlo a la mezcla.
Para obtener una experiencia auténtica, recomiendo calentar el pan de pita justo antes de servir y nunca recalentarlo en microondas, pues esto lo endurece. En su lugar, un paso rápido por la sartén seca o la parrilla lo revitaliza perfectamente, aportando ese característico aroma a pan recién horneado.