Desde que era pequeña, las galletas con sabor a limón han sido mi debilidad. El aroma cítrico que invade la cocina mientras se hornean me transporta a las tardes de primavera en casa de mi abuela, donde siempre tenía lista una bandeja recién horneada para cuando la visitábamos. Sin embargo, fue solo hasta hace unos años cuando descubrí esta receta que captura perfectamente el equilibrio entre lo dulce y lo ácido. Ahora, cada vez que preparo estas galletas, no solo disfruto de su sabor inigualable, sino también de los recuerdos que traen consigo.
Comienza precalentando el horno a 175°C (350°F). Mientras se calienta, forra tus bandejas de hornear con papel pergamino para asegurarte de que las galletas no se peguen.
En un recipiente mediano, combina la harina, el bicarbonato de sodio, el polvo para hornear y la sal. Utiliza un batidor para mezclarlos bien y luego reserva este recipiente para más tarde.
A continuación, en un recipiente grande, usa una batidora eléctrica para cremar la mantequilla ablandada junto con el azúcar granulada. Bátelos hasta que la mezcla esté ligera y esponjosa, lo que debería tomar aproximadamente 2-3 minutos.
Una vez que la mantequilla y el azúcar estén listos, añade el huevo, la ralladura de limón, el jugo de limón y el extracto de vainilla. Mezcla todo hasta que esté bien incorporado y suave.
Gradualmente, añade el recipiente de ingredientes secos a la mezcla húmeda. Mezcla suavemente hasta que apenas se incorporen. Ten cuidado de no mezclar en exceso, o las galletas podrían no quedar tan suaves.
Con una cuchara, forma bolas de masa del tamaño de una cucharada y colócalas en las bandejas de hornear preparadas. Deja aproximadamente 5 centímetros de espacio entre cada una, ya que se expandirán un poco durante el horneado.
Introduce las bandejas en el horno y hornea durante 8-10 minutos o hasta que los bordes de las galletas comiencen a adquirir un bonito color dorado. Una vez listas, sácalas y déjalas enfriar en las bandejas durante unos minutos antes de transferirlas a una rejilla para que se enfríen completamente.
Mientras tus galletas se están enfriando, prepara el glaseado batiendo el azúcar glas y la leche en un recipiente pequeño hasta que quede suave. Si deseas un glaseado más espeso, añade menos leche; para uno más líquido, añade un poco más.
Cuando las galletas estén completamente frías, vierte el glaseado sobre ellas. Permite que el glaseado se asiente durante unos minutos y ¡estarán listas para ser disfrutadas!